miércoles, 26 de febrero de 2014

El Cuaderno de Cob

Ayer encontré las anotaciones que comencé a escribir hace años, cuando descubrí que Cob, de alguna manera, era real.
Entonces yo tenía 12 y mi madre me había apuntado a un curso de inglés en una academia, varias calles más abajo de casa.
Recuerdo que, entre otras cosas, me daba pánico andar sóla entre cantidad de personas desconocidas, sobretodo al volver de clase, pues duraba un par de horas y, cuando yo salía, ya estaba oscuro.

Literalmente te transcribo aquí lo que anoté en el primer "cuaderno de Cob" (con alguna correccion de faltas ortográficas y algún otro arreglillo que añade sentido al cuaderno original y le da un toque más literario, jeje, yo entonces tenía solo 12 años):

""Hacía mi camino con paso rápido, solo pensaba en llegar a casa en seguida. Miraba al suelo, como de costumbre, para no encontrarme con la mirada de nadie.
La otra tarde, volviendo de clase, imaginé que un lobo caminaba a mi lado. No tenía cadena pero caminaba a mi lado. Era muy grande, como un oso, pero delgado y ligero como un gato.
Al día siguiente volví a imaginarme al lobo en mi camino a la clase de inglés. Se cruzaba con otros perros sin inmutarse y no miraba al suelo sino que paseaba sus ojos caramelo por toda la calle con interés. A la vuelta hice lo mismo, caminar con el lobo. Y desde entonces, en mi camino a la clase de inglés, tengo menos miedo.

Hoy sin embargo he empezado este cuaderno porque me ha ocurrido algo que no quiero olvidar y por eso voy a escribirlo aquí.
Como cada tarde me imaginé a mi lobo al salir por la puerta de mi casa y caminé decidida por la misma calle de siempre, en la dirección de siempre. Como siempre, el lobo iba a mi lado y, como siempre, astutamente mirando a un lado y al otro de la calle, a unos y a otros peatones. Giraba su cabeza en la dirección de algún ruido y sacudía el hocico persiguiendo algún olor en el aire.
Iba yo pensando en lobo cuando de repente se cruzó delante de mí y, aunque sabía que era producto de mi imaginación, tuve que frenar en seco.
El sonido de un fuerte golpe llenó la calle y, con un respingo, centré mi atención en todo lo que allí estaba ocurriendo.
Lobo ya no estaba allí, claro.
Miré en la dirección en la que yo iba, y donde yo habría estado de no ser por lobo y mi corazón comenzó a latir con fuerza. Había allí un amasijo de hierros que parecían provenir de un aparato de aire acondicionado que se habría soltado de la pared, de alguna ventana o terraza, por lo que pude entender de los comentarios histéricos de la gente que se había agolpado alrededor.
Después de eso me he vuelto a casa sin ir a clase, pero me he quedado en un banco, frente al portal, para que no me pregunte mi madre. Estaba tan asustada que me habría puesto a llorar y seguro que mi madre me habría llamado infantil"".